NEUROMUSICOLOGÍA – CÓMO NOS AFECTA LA MÚSICA

NEUROMUSICOLOGÍA – CÓMO NOS AFECTA LA MÚSICA

Música y dopamina

 

¿Sabías que la música tiene efectos muy positivos a nivel fisiológico sobre las hormonas? La música puede cambiar la química de nuestro cerebro. No solo eso: guardamos la música que hemos escuchado a lo largo de nuestra vida en una especie de «plantillas» que dan forma a una parte de nuestra corteza cerebral.

 

La neuromusicología

Es la unión de música y cerebro. Esta nueva rama de la neurociencia (dedicada a estudiar el cerebro humano) trata de entender cómo la música puede afectar  los procesos cognoscitivos, afectivos y sensoriales del cerebro. Nació en 1985 con las investigaciones de G. L. Shaw, D. J. Silverman y J. C.Pearson. Comprobaron cómo la estructura física del cerebro crea patrones según lo que oímos.

Hoy, en las redes sociales, no es extraño ver posts sobre los efectos de la música en personas con Alzheimer, y cómo escuchar su música favorita o cantar les ayuda a estar mejor emocionalmente, a reducir el estrés, la ansiedad, los movimientos involuntarios, etc. Incluso a recordar cómo bailaban cuando eran jóvenes. Se ha comprobado que la música la guardamos en nuestro cerebro en otras áreas diferentes de los demás recuerdos.

Como dice Fátima Pérez-Robledo, musicoterapeuta de la Fundación Alzheimer España:  «Los recuerdos que más perduran son los que están ligados a una vivencia emocional intensa y justo la música con lo que está más ligado es con las emociones y la emoción es una puerta al recuerdo».

La música es un lenguaje. Pero sobre todo es arte y ¡emociones!

 

 

La música y las hormonas

Tenemos 65 tipos de hormonas en el cuerpo. Algunas de ellas son vitales para nuestro organismo.  Son sustancias químicas que afectan y regulan un sinnúmero de células, tejidos, actividades y funciones de nuestro cuerpo. Muchas tienen gran repercusión en nuestras emociones. De hecho, no es extraño oir hablar de “la hormona de la felicidad” (la serotonina), o la “hormona del placer” (la dopamina) o la “hormona del estrés” (el cortisol).

Los científicos han descubierto que cuando escuchamos una música que nos gusta mucho o nos causa un gran placer, nuestro cerebro se inunda de dopamina. Escuchar cierta música también ayuda a reducir los niveles de cortisol, la hormona del estrés y la ansiedad. ¿Y qué sería de una escena de terror en una buena película sin su música apropiada para que nuestra amígdala cerebral reaccione adecuadamente ante el miedo e incluso llegue a tener la sensación de amenaza?

La dopamina y el núcleo accumbens

La dopamina se produce en el hipotalamo y su secreción está ligada a situaciones agradables. La comida y el sexo, por ejemplo, también estimulan la producción de dopamina en determinadas áreas del cerebro.

La dopamina interactúa en varias funciones cerebrales, como el aprendizaje, la memoria, la motivación y la recompensa ante estímulos placenteros. También afecta el sueño, el humor, la atención e influye en la coordinación de ciertos movimientos musculares.

Hay un área en nuestro cerebro, llamada el núcleo accumbens, que se encarga de clasificar las sensaciones que percibimos.

Levitin y Vinod Menon, de la Universidad de Stanford, fueron los primeros en mostrar en 2005 el papel del núcleo accumbens en la música, así como los múltiples estudios de Aniruddh (Ani) Patel, Ph.D., de la Universidad de Tufts. Desde entonces ha habido muchas investigaciones sobre el tema, entre ellas la de 2019, con la participación de la Universidad de Barcelona, el UB-IDIBELL de Bellvitge y el Montreal Neurological Institute de la Universidad McGill de Canadá, entre otros.

Mediante técnicas PET (tomografía por emisión de positrones) y fMRI (imagen por resonancia magnética funcional), se ha comprobado cómo al escuchar nuestra música favorita se libera dopamina en este núcleo accumbens (también llamado el «centro del placer» del cerebro).

Al liberar dopamina se crean conexiones entre el núcleo accumbens y otras áreas del cerebro como la amígdala cerebral, que reacciona ante las emociones; el hipocampo, que interviene en el aprendizaje y la memoria; y la corteza prefrontal  ventromedial, que participa en la toma de decisiones emocionales.

“Las plantillas” de nuestra música

Los científicos también han descubierto que no solo liberamos dopamina ante una música que nos gusta muchísimo, sino que también guardamos una especie de “plantillas” de la música que hemos escuchado a lo largo de toda nuestra vida.

En la superficie de la corteza cerebral tenemos unas elevaciones tortuosas o convoluciones llamadas circunvoluciones o giros cerebrales. Algunos de estos giros tienen nombres particulares. Uno de ellos es el giro temporal superior. Es aquí donde almacenamos la música que hemos escuchado, donde guardamos “las plantillas” de nuestras músicas. Resulta que el tipo y estilos de música que hemos escuchado a lo largo de nuestra vida influye en cómo se forma este giro temporal superior.

¡Qué cosas tiene la música! ¡Y cuán maravillosa puede ser para ayudarnos a estar mejor!

Vive el poder del sonido

¿Quieres vivir una sesión de terapia con sonido y música? 

CÓMO ACTÚA EL SONIDO EN EL CUERPO

CÓMO ACTÚA EL SONIDO EN EL CUERPO

Cómo viaja el sonido por el cuerpo

El sonido entra por el sistema auditivo pero también por los huesos craneales, que están en contacto con el líquido cefalorraquideo. Esto es especialmente importante cuando trabajamos con diapasones.

El sonido viaja dentro de nuestro cuerpo, a 1500 m/seg  ¡cuatro veces más rápido que en el aire!

Viaja a través del tejido conectivo (o conjuntivo), que es uno de los cuatro tejidos básicos del cuerpo. Abarca desde la superficie del cuerpo hasta el interior de las células. Comprende muchos tejidos, como: el adiposo, el óseo, el sanguíneo, el linfático y muchos más.

Los elementos básicos del tejido conjuntivo son las células, las fibras y una sustancia fundamental, gelatinosa e incolora, que está compuesta, entre otras cosas, de agua. ¡He ahí una de las claves!

La mayoría de nuestros órganos y tejidos tienen al menos un 70% de agua. Los riñones tienen más, entre 80 y 85%. Hace decenios que ya sabemos el poderoso efecto del sonido en el agua (podéis ver muchas webs y videos en YouTube que ilustran el tema).

La música que nos gusta y la que nos molesta usa los mismos mecanismos para activarnos.

Expansión y contracción

Terminamos este breve repaso de algunos conceptos esenciales de la sonoterapia y musicoterapia hablando sobre la expansión/contracción. Un movimiento, compuesto de dos fases, que es esencial, vital para el ser humano. Está presente en nuestra respiración, en el latido cardíaco y en el impulso rítmico craneal (IRC).

 

¿Y qué tiene que ver con la música o el sonido?

Pues que este movimiento de expansión/contracción está asociado a uno de los intervalos más importantes en la sanación: la quinta justa. Es ni más ni menos que la quinta pitagórica la que tiene el ratio 1,5:1 (o, expresado de otra manera, es una relación de frecuencias de 2:3). La frecuencia más alta es un 50% más aguda que la frecuencia de la nota más baja.

Para los pitagóricos era uno de los tres intervalos más puros, más armónicos del universo, junto con la octava y la cuarta justa. Probablemente no lo sabían pero el intervalo de quinta justa, visto hoy con un osciloscopio, genera una forma similar al símbolo de infinito, un movimiento de expansión/contracción, igual que el que está presente en el impulso rítmico craneal (IRC), un mecanismo básico de autosanación del cuerpo, algo que conocen muy bien los profesionales que hacen terapia craneo-sacral.

Lo que buscamos con la sonoterapia y la musicoterapia es precisamente

crear un movimiento en el cuerpo, un flujo energético, que le ayude a encontrar su equilibrio y armonía.

 

El cuerpo toma del sonido las frecuencias que necesita para recuperar su equilibrio, para ablandar los tejidos conectivos contraídos por emociones incompletas, enfermedades, desequilibrios de salud, etc.

 

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